De película: miradas sobre la Cárcel Distrital

En esta entrada hay enlaces para ver dos documentales sobre la Cárcel Distrital. Ambas piezas audiovisuales son narradas por una persona de otro país que aterriza por unos días en esta prisión para narrar lo que ve y luego darlo a conocer en otros lugares, otros países y extraer esa información, sin extenderse mucho en el tiempo y en el trabajo que demanda una mirada compleja y de largo aliento. Por el acceso que tuvieron a los diferentes espacios de la prisión, a los patios, a entrevistar a las personas privadas de la libertad que encontraron y al personal de la cárcel, ambos documentales nos pueden dar una información adicional sobre la vida carcelaria y pueden servir de contraste para esa breve vida que compartimos semana a semana del semestre académico en nuestras visitas que se limitan al espacio de la Biblioteca Pública de la Cárcel Distrital. Los enlaces se complementan y contrastan con textos de personas del Taller de Arte y Cárceles de la Universidad de los Andes escritos luego de ver los documentales, antes y después de diferentes visitas a la cárcel.

Véalo aquí > https://ok.ru/video/1220122577411 o en Netflix > https://www.netflix.com/co/title/80116922



¿La violencia se enfrenta con violencia?

Inside the world’s toughest prisons es un documental original de la Plataforma de Netflix protagonizado por Raphael Rowe, un actual periodista que fue condenado por un crimen que no cometió en Reino Unido. A través de 23 capítulos muestra las condiciones, sistemas e instalaciones de diferentes cárceles del mundo. El capítulo 2 de la tercera temporada corresponde a la Cárcel Distrital, ubicada en la ciudad de Bogotá, con alrededor de 900 personas privadas de la libertad. Un documental poco usual, en una plataforma como Netflix, hace juzgar de forma preliminar que los relatos van a estar realizados bajo algún tipo de guión pero al iniciar el capítulo el único pensamiento recaía en la valentía de Raphael Rowe para someterse continuamente a tratos humillantes únicamente para explicar de la forma más cercana y genuina la vida dentro de las cárceles. Las instituciones visitadas por el periodista están clasificadas dentro de las prisiones más difíciles del mundo y las personas condenadas inmediatamente adquieren un estigma en la sociedad. Usualmente, debido al dolor que ocasionan los delitos, uno trata de olvidar voluntariamente que las personas condenadas son humanos, posiblemente también para ignorar los tratos denigrantes que viven día a día. La misión de Raphael Rowe es justamente volver a humanizarlos, mostrar las diferentes realidades y consecuencias a las que se enfrentan los privados de la libertad.

Teniendo en cuenta lo anterior, es fundamental destacar que a en la teoría, el proceso penal tiene intrínseca la palabra violencia y es necesario encontrar un balance para  proteger a ambas partes, tanto a las víctimas como a los victimarios. Racionalizar hasta el punto que el castigo sea adecuado para la persona encontrada culpable y suficiente para la persona que sufrió el daño. La racionalización del proceso y la sanción penal tienen el fin de resocializar, es decir, que la persona una vez cumpla su condena tenga las herramientas necesarias para poder reintegrarse a la sociedad con todas las obligaciones y derechos que eso conlleva. El problema recae en el hecho que tanto en el episodio de Inside the world’s toughest prisons como en el documental de Free Documentary World’s Toughest Prisons: Carcel Distrital, Bogota, Colombia, podemos concluir que los mecanismos para implementar oportunidades que permitan la resocialización están prácticamente opacados por la presencia de drogas, violencia y sistemas jerárquicos fuera de lo institucional. 

Ahora bien, es irónico ver las supuestas garantías que la cárcel afirma darle a las personas privadas  de la libertad. Repetidas veces se describen programas y beneficios que se tienen en la cárcel, como la atención psicológica, grupos de apoyo, actividades educativas e incluso espacios de cuidado personal como herramientas de resocialización. Es cuestionable que a pesar de que en el papel existan todos estos derechos, la realidad que muestran las personas privadas de la libertad es otra. Es de destacar que las drogas son una de las problemáticas más impactantes en las cárceles y las personas entrevistadas demuestran que no están siendo tratados para combatir la adicción. Además, los espacios que se tienen estipulados para cuidado personal, como lo son actividades físicas, duchas y alimento tampoco se respetan en su totalidad. Un ejemplo de lo anterior, lo vemos con el confinamiento en solitario de uno de los condenados, pues, a pesar de estar aislado por su protección, se le elimina cualquier tipo de derecho y oportunidad para ejercitarse o cambiar de ambiente. Esto resalta las discrepancias entre la teoría y la  realidad de las normativas en la cárcel porque uno de los funcionarios de la Distrital afirma que se le garantizan esos derechos pero el implicado los desmiente. Teniendo en cuenta lo anterior, el control y las normas establecidas en las cárceles son muy estrictas pero no demuestran tener la efectividad adecuada para cumplir con la finalidad de la pena.

Por otro lado, trayendo a discusión la teoría de la Banalidad del mal de Hanna Arendt, considero importante entender, no a modo de justificación, que la mayoría de las personas que aparecen en los documentales vienen de contextos sin ningún tipo de oportunidad, educación o recursos. Una gran parte de la población vive dentro de un contexto en donde se normaliza y banaliza el mal. Crecer viviendo y viendo violaciones, hurtos, homicidios, entre otros delitos y entenderlos como la cotidianidad hace difícil pensar que en algún momento, previo a ser atrapados y condenados, se tuviera plena conciencia de que era una forma errada de actuar. Sin la oportunidad de alejarse de ese entorno, casi predeterminado, hace concluir que el sistema no solo falla al no encontrar el balance sino que le falla a las personas que no tienen la posibilidad de entender que existe una vida diferente antes de cometer el delito.

En conclusión, las cárceles deben servir para dos cosas primordialmente. Por un lado, darle la justicia a las víctimas que sufrieron por los actos de los victimarios y, por otro lado, darles otra oportunidad a los presos, hacerles entender que la violencia y sus costumbres no son el camino. Ahora bien,  si no se desnormaliza la violencia al entrar en un sistema carcelario donde solo reciben un trato reiterado de lo mismo a través de condiciones inhumanas ¿cómo se espera un cambio real?

—Sabina Zorio

 Referencia

Free Documentary. (2022) World’s Toughest Prisons: Carcel Distrital https://www.facebook.com/FreeDocumentaryOfficial/videos/1151452085664262/?app=fbl

Netflix. (2022). Inside the world’s toughest prisons. https://www.netflix.com/watch/80194280?trackId=14277281&tctx=-97%2C-97%2C%2C%2C%2C%2C%2C%2C%2CVideo%3A80116922

Arendt, Hannah. (1999). Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la Banalidad del mal. https://maytemunoz.net/wp-content/uploads/2016/10/arendt-hannah-eichmann-en-jerusalen.pdf

Metro cuadrado (2018). Así es por dentro la Cárcel Distrital de Bogotá. https://www.metrocuadrado.com/noticias/arquitectura/asi-es-por-dentro-la-carcel-distrital-de-bogota-3453/


Sentimientos de película

Aparte de unas excepciones, cuando veo películas por Netflix, ficción y documentales, de alguna manera tengo un sentimiento que veo solo una película. Caras y ubicaciones cambian, pero el efecto emocional que parecen provocar es casi el mismo.

De modo parecido, cuando escucho la narración en su documental sobre la Cárcel Distrital de Bogotá, me siento como casi si viera un episodio de Top Gear. Todas las personas enuncian frases banales y esperadas. Todo que pasa parece sometido a exageración de exotismos que pueden gustar a un ojo occidental. Durante toda la duración ambas partes —el presentador y los internos— fingen poder entenderse, a pesar de que es claro que no entienden la idioma de la otra parte. Algo que es especialmente grotesco en la escena en la cual simulan una amenaza de daño con cuchillo, que no me parece muy probable con un camarógrafo y un intérprete en la misma jaula. Creo que de hecho los internos cooperan y trabajan en su CVs carcelarios. El episodio concluye con una frase pegajosa de que “las cosas no mejorarán hasta que Colombia aborde su propio problema de drogas”, una sentencia que omite un hecho obvio: no es el consumo nacional lo que ofrece un incentivo económico a las bandas narcotraficantes —los que están en la cárcel no son más que peones de poca, una población dependiente de las sobras de producción de cocaína para las necesidades del Norte rico.

El otro documental da una imagen más creíble. La sociedad parece tan caótica como jerárquica, con contrabando común de drogas y todo tipo de cosas. Se presentan también varias armas que se han reclamado de los reclusos, que me da un poco de sentimiento ansioso. Pero parece que muchos presos tienen una motivación fuerte de alcanzar la libertad más temprano por buen comportamiento y se como una “buena gente” que se encontró en circunstancias desfavorables (una expresión con la que la gente frecuentemente suele hacer esfuerzo para identificarse cuando hacen algo malo). Un poco inquietante, un poco emocionante —los dos sentimientos intento a controlar— no puedo negar que este país se ve muy diferente a todo que conozco, pero el objetivo es encontrar las personas.

—Jakub Michal Bolewski

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